Hay pantallas y pantallas

 

Contexto

Estamos transitando un período histórico, extremadamente complejo. Nadie nos preparó para vivir encerrados en las cuatro paredes de nuestra casa. Y más aún si tenemos hijos o hijas.

Las pantallas surgen así como un elemento cotidiano que está presente en nuestros hogares, en mayor o menor medida. Actividades que antes nos permitían desconectar a los chicos y las chicas, hoy solo se mantienen digitalmente: jugar con amigos, ir al colegio o estar en familia. 

Estas actividades ahora digitalizadas a la fuerza, sumadas a los momentos de conexión previos ya instalados como juegos online, dibujitos o uso de dispositivos personales,  generan un mix de sobre exposición que muchas veces preocupan y aparecen grandes dilemas familiares: ¿cómo administramos las pantallas? ¿debemos restringir? ¿cómo elegimos cuáles son mejores?

Dilemas actuales

Estos dilemas y preocupaciones requieren de un análisis que permita brindar herramientas a las familias. La clave está en poder distinguir el tipo de consumo de pantallas en pos del bienestar de chicos y chicas.

Para generar esta distinción es clave empezar diferenciando los sistemas de estímulos que pueden generar por un lado los videojuegos, videos, dibujos animados, redes sociales; de aquellos que se generan en una charla o videoconferencia en cualquier plataforma sea para la escuela o bien entre familiares o amigos/as.

Observamos que las pantallas que los chicos y chicas usaban previo a la cuarentena (videojuegos, videos, dibujitos, películas o series) se basan en un sistema de recompensa y estímulo constante que genera una necesidad de consumo y un alto rechazo a la finalización de la actividad.

Este sistema de constante recompensa tan claro en juegos online al pasar de niveles o en redes sociales con la obtención de “likes” o comentarios, produce un nivel de necesidad de permanecer en la plataforma ya que genera constantemente estímulos placenteros en un cortísimo lapso de tiempo.

Por otro lado, tenemos videollamadas con familiares o amigos, o clases sincrónicas que buscan reproducir y mantener lazos afectivos y pedagógicos a partir de pantallas. En estas actividades no se ponen en juego los sistemas de estímulos y recompensas propios de aquellas plataformas que mencionamos antes.

La razón es simple: los juegos online, plataformas de series o dibujitos o redes sociales tienen como objetivo la atención humana. Esto es, que los chicos y chicas (y adultos) se queden el mayor tiempo posible en sus plataformas como parte de su modelo de negocio.

Para lograr este objetivo analizan qué estímulos necesitan los usuarios para sentirse atraídos y no querer irse de allí.

Este fenómeno se puede comprobar cuando chicos y chicas terminan de estar expuestos al consumo de pantallas. Por ejemplo: cuando finaliza una videollamada escolar o con la familia, no hay reacciones adversas ni berrinches.

Los chicos y las chicas por lo general se aburren luego de un rato de conversar. Son ellas y ellos mismos quienes cortan, ya que no se genera una necesidad de permanecer.

Ese es el tipo de pantallas las que hay que priorizar, especialmente en cuarentena. Son estos momentos y actividades digitales en donde se da una conexión para un objetivo específico, vincular o pedagógico, de conectar el uno con el otro.

Algunas reflexiones finales

Al pensar en la pos pandemia y pos cuarentena y en el uso de pantallas que quede como efecto, nos debe (pre)ocupar aquellos que sean más difíciles de reemplazar. Es difícil pensar que los chicos y chicas en un mediano plazo, y cuando se pueda, prefieran un zoom escolar a ir a la escuela. O que elijan hacer una videollamada con amigos a juntarse en una casa o plaza a jugar. En cambio, el uso exponencial de juegos online, videos o redes sociales en cuarentena puede generar una demanda que sea más difícil de deshacer en el futuro.

En este sentido, la idea no es generar culpas sino comprender que ante la sobre exposición forzada de pantallas, debemos elegir y basar esa elección en las propias reacciones de los chicos y chicas ante su uso y finalización.

Ellos y ellas nos hablan a partir de sus emociones y acciones y nos dan la pauta de qué tipo de pantallas los ayudan y cuáles, por el contrario, los desregulan y, por lo tanto, debemos gestionar y regular más de cerca.