Activismo (digital) por nuestro planeta

Activismo

“Que las generaciones futuras piensen en nosotros con agradecimiento y felicidad”. Esta es una frase adjudicada al médico, escritor y dramaturgo ruso Antón Chejov. Y relata un deseo, un horizonte, una meta que debería signarnos a los humanos que habitamos este planeta. 

Como organización de la sociedad civil dedicada a la educación y al vínculo con las tecnologías digitales, no podemos dejar de hablar de la crisis del medio ambiente. No es nada nuevo, pero nuestro planeta está en peligro. Desde lo más básico del razonamiento, sin planeta no existiría el mundo digital del que tanto nos ocupamos. Nos interesa entonces abordar el tema describiéndolo con fuentes verificadas de información que ilustren el conflicto, pero también vislumbrando cómo desde el compromiso de la ciudadanía y su participación e involucramiento en esta problemática (aunque sea vía digital), asoma un atisbo de luz ante tanta oscuridad. 

Como planteamos en nuestros talleres de formación, las personas debemos tener noción e información para volvernos más empáticos con el otro y conscientes de la realidad que vivimos. En este caso, respecto de la casa que habitamos. La empatía nos permite comprender mucho más la realidad y lograr una percepción de los hechos contextualizada. Solo informándonos de manera crítica, aunque parezca un lugar común, vamos a tener poder real. Como dice el historiador Yuval Harari, “en un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder”.

Los baldes de agua se empezaron a tirar desde las redes

Ante el vacío informativo en los grandes medios de comunicación y la ausencia de voces de los responsables políticos, las redes sociales se convirtieron en el principal medio de comunicación, informando a través de publicaciones que pusieron el brutal incendio en el Amazonas en el centro de la escena. Es desde el activismo digital, ante una problemática global, que la crisis ambiental vuelve a insertarse en las agendas políticas mundiales. 

Ese poder con el que contamos (en el acceso a la información, pero también a la comunicación) es el que devino también en la ejecución de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Las personas de a pie entendimos que la crisis de la Tierra es un tema que debe necesariamente comprometernos a todos. Supervivencia pura. Y siendo conscientes que en la actualidad contamos con la posibilidad, al alcance de la mano y de un puñado de clics, de sentar nuestra postura, lo hicimos. Una legítima y accesible manera de obligar, o por lo menos interpelar, a los tomadores de decisiones a que reaccionen ante el peligro presente. 

Internet y las redes sociales, muchas veces señaladas con razón como brazo virtual de los poderes hegemónicos, cuenta con la particularidad de ser, también, el medio de expresión y democratización de la información más grande de la historia humana. Es un espacio donde la disputa y la correlación de fuerzas son más difusas, lo cual genera que, bien utilizada, sea un beneficio para la sociedad civil.

La crisis del medio ambiente no es un tema menor. Debería trascender el nicho consciente y convertirse en un tema prioritario para los políticos del mundo, los poderes globalizados y los medios de comunicación, hasta llegar a las charlas de café o las mesas familiares.

Nadie queda excluido del efecto ni de las consecuencias negativas que está sufriendo la naturaleza. No es una cuestión ideológica en términos de derechas, centros (si es que existe tal cosa) o izquierdas. Estamos hablando de una amenaza a la humanidad. Aunque sí podríamos encontrar ideología en aquello que motoriza tanto ataque al planeta, y es la ideología del dinero, donde que algo sea rentable es motivo suficiente para que se lleve adelante, ignorando los peligros ambientales así como se ignoran las consecuencias humanas (que en este caso son lo mismo). Es menester, a esta altura, un cambio de consciencia colectiva.

Aprovechando que la temática es tendencia mundial, nos surgen varios interrogantes: el cuidado del medio ambiente, ¿no debería ser uno de los ejes de las agendas y campañas políticas? ¿No debería ser la cuestión ecológica uno de los principales motivos por el cual elegimos a nuestros representantes (en función de cómo tratan este tema)? ¿No deberíamos pensar qué medidas piensa tomar tal o cual candidato, en función del cuidado del planeta? Acaso ¿no estamos eligiendo un mundo en el que vivimos cuando votamos en una elección? Reconozcámoslo: vivimos en un mundo negacionista de la cuestión ambiental.

Nos estamos devorando a la Naturaleza

El incendio del Amazonas no es más que un indicador palpable de lo que está sucediendo con la Tierra, debido, principalmente, a la avaricia de quienes diseñan y sostienen el actual modelo económico. No está “pasando algo con el Amazonas”, está pasando algo con nuestro planeta, con la casa que habitamos. El impacto de distintas industrias, como la minera o la agroganadería, está dañando de manera irreversible al “pulmón del mundo”. El extractivismo, el aumento de represas hidroeléctricas, la construcción de carreteras, la expansión de la agricultura intensiva, la deforestación, y los cambios de reglamentación sobre las áreas protegidas, son los principales causantes de esta situación. Y el paraguas que engloba a todas las industrias es la voracidad de unos pocos por volverse excesivamente ricos. El Dios dinero como ideología, otra vez.

El Amazonas es el bosque tropical más grande del planeta y cuenta con el 25% de las especies animales del mundo. Además, genera el 20% del agua dulce no congelada,produce el 20% de oxígeno del planeta. Y no termina acá: además, el Amazonas hace un aporte determinante, ayudando a regular el calentamiento global, absorbiendo más Co2 del que emite (algo contrario a lo que sucede con la deforestación). 

Esto tiene influencia directa en el clima de todo el planeta.

Como dice José Marengo -meteorólogo y coordinador general de investigación y desarrollo del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales de Brasil- existe una disminución de la evapotranspiración de la selva amazónica que provoca la disminución del caudal de los “ríos voladores” responsables de las lluvias que caen en el continente. Esto puede causar sequías, falta de lluvias, contaminación en las ciudades, problemas en el suelo, problemas respiratorios en la población, etc. 

“El “pulmón del mundo” está prendido fuego y la mala noticia es que el gobierno de Brasil intensifica su asfixia al ignorar las problemáticas ambientales. Bolsonaro redujo en un 95% el presupuesto de acciones destinadas a combatir el cambio climático y, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués), ya son 73 mil los focos de quema registrados en lo que va de 2019”, relata el periodista Pablo EstebanEl Amazonas arde literalmente y la deforestación amenaza con ser la peor de la historia. “¿Por qué? Desde comienzos de su gestión, los grandes terratenientes cuentan con el visto bueno del mandatario para quemar regiones boscosas y barrer con la biodiversidad presente”, agrega el periodista.

En el último año aumentaron en un 70% los incendios en la zona. El Amazonas está habitado hace más de 11.000 años y hoy tiene una población de  34 millones de habitantes. Si no te impactan estas problemáticas, agregamos que hay 86 lenguas y 650 dialectos en riesgo de desaparecer.

No todo lo que brilla es oro

El fenómeno de internet como medio de expresión y de democratización de la palabra, no es tan sencillo. A pesar de que las redes sociales sirvieron (y mucho) para visibilizar el problema, también son espacios en donde se desinforma de manera sostenida y planificada. Nada nuevo para quienes seguimos la agenda de los derechos humanos en internet. Existe un sinfín de publicaciones erróneas o noticias falsas dando vueltas, confundiendo o embarrando los sucesos. Es importante estar atentos y buscar la información en fuentes confiables, contrastarlas y chequearlas.

Tampoco tenemos que conformarnos con subir contenido a cualquier red o compartirlo en un grupo de contactos. El cambio trasciende el hashtag o la firma digital de una petición. Si bien el activismo digital es más profundo y una forma realmente válida de militancia y generación de conciencia, nuestra respuesta y compromiso con el planeta no puede limitarse al rezo por el Amazonas, como indica #PrayforAmazonas, uno de los hashtags más utilizados en los últimos días a nivel global. El compromiso con la naturaleza debe ser concreto y activo. La caridad no cabe, debemos ser solidarios y conscientes. Debe primar el interés colectivo por sobre los intereses particulares.

Cómo alimentemos nuestro espíritu crítico como consumidores de  información, nos dará la capacidad de comprensión sobre el problema. Esa conformación debe ser cada vez más potente. Una vez que lo hagamos, debemos tomar el compromiso de expresar nuestra voz y toma de posición en los medios más legítimos que tenemos para comunicarnos: los medios digitales. Pero siendo conscientes de que esto no termina ahí, ya que para lograr transformaciones tan radicales también debemos poner el cuerpo. 

Síntomas de un cambio

Desde hace unos años, existe un movimiento denominado “Fridays for future” o  “Juventud por el clima”. Se trata de un creciente grupo internacional estudiantil que se manifiesta para reclamar acción contra el calentamiento global y el cambio climático. Los jóvenes, como siempre, y lo digital, como novedad, son actores y espacios cada vez más relevantes de discusión y acción. No debería sorprendernos. La abanderada de esta movida, la sueca Greta Thunberg, es una estudiante y activista de apenas 16 años. Se hizo conocida en agosto de 2018 por las huelgas estudiantiles realizadas frente al parlamento sueco. Sus acciones generaron conciencia sobre el calentamiento global. Meses más tarde, sucedió su charla TEDx e inició el movimiento que la llevó a dar una conferencia en Naciones Unidas para fines de ese año. En Marzo de 2019, la adolescente fue nominada al premio nobel de la Paz por un grupo de parlamentarios noruegos.

Por su parte, Naciones Unidas abrió un concurso para que jóvenes activistas contra el cambio climático puedan participar en la Cumbre de la Juventud por el Clima, que se celebrará el 21 de septiembre en Nueva York. Se trata de una jornada que reunirá a jóvenes activistas, innovadores y empresarios que se comprometen a combatir el cambio climático al ritmo y la escala necesarios para enfrentar el desafío. La cumbre será transmitida en vivo por streaming, abriendo el juego a todos y todas.

Si no nos convencen estas alternativas, existen otras organizaciones sociales que desde hace años trabajan en función de concientizar acerca del peligro latente que está viviendo nuestro planeta: Greenpeace, la NDRC (Consejo de Defensa de Recompensa Natural), WWF International,  Amigos de la Tierra o Más Oxígeno. Si estamos dispuestos a no ser indiferentes y somos empáticos, alternativas sobran. 

El futuro llegó (hace rato)

Para quienes quieran jugar a imaginar cómo se vería nuestra sociedad en un puñado de años, los invitamos a ver la serie “Years and Years”. La misma, se encarga de hipotetizar (de una forma sorprendentemente aproximada a la realidad actual) acerca de las consecuencias políticas, sociales, económicas y culturales de todos las decisiones y errores que cometemos en el presente. Sin espíritu spoiler, citamos un solo ejemplo de la serie, que transcurre a lo largo de la década del 20 y 30 del Siglo XXI: para esa época ya se extinguieron las mariposas.

Repetimos, esta no debería ser una cuestión de derechas e izquierdas. El problema es el planeta en el que vivimos nosotros, pero también las generaciones futuras. El cambio de este sistema de consumo y acumulación a uno más solidario y consciente de los recursos naturales, se impone. Depende de cada uno, de hacernos conscientes de las decisiones que tomamos día a día, de poder transformar con amor y voluntad todo aquello que esté a nuestro alcance. Para que se cumpla lo que dice esa frase que anda circulando en las redes “quizás así podría yo, hacer algo ahora, para que entonces caiga la lluvia reparadora”.

Ezequiel Passeron – Facundo Bianco – Lucía Fainboim, para Faro Digital