En los últimos años, una de las problemáticas que más nos ha atravesado como organización es la violencia de género digital. En 2022 compartimos diferentes encuentros y dialogamos con más de 6000 personas sobre el hostigamiento hacia mujeres e identidades no binarias. No hay un solo encuentro en que alguien no pregunte “¿y si esto le sucede a un varón no es violencia de género?”. Esta resistencia nos permite en cada encuentro hacer un recorrido breve sobre las distintas violencias de género y entender, como define el Ministerio Público Fiscal (2020), que “la violencia de género es un fenómeno multicausal y complejo que atraviesa el entramado social” (p. 7).
Tal como se definió en la Carta compromiso Diez puntos contra la violencia de género digital, impulsada por la Defensoría del Pueblo de CABA (2023), “la violencia de género digital engloba distintas conductas y prácticas contra mujeres, adolescentes, niñas y personas del colectivo LGBTIQ+, perpetradas, facilitadas, instigadas o agravadas por el uso de tecnologías de la información y comunicación. No es un fenómeno aislado, sino la expresión de estructuras sociales discriminatorias que se extienden y reproducen en el entorno digital” (p. 1). Estas violencias nacen de normas desiguales para las personas de acuerdo con un rol social determinado por el género. Sabiendo esto, es importante reconocer que las circunstancias generales y específicas de vida son diferentes para hombres, mujeres y personas del colectivo LGBTIQ+, de acuerdo con el rol que ocupan en la sociedad, por los comportamientos que se espera que cumplan. Hablamos de estereotipos. Y esas circunstancias (no podía ser de otra manera) también se reproducen en el entorno digital.
Fuente: Adaptación del Iceberg por motivos de violencia de género con las violencias de género digital. Adaptado por Julia D’Amore Bajos.
La manifestación de la violencia puede ser diversa. Un comentario agresivo en sí mismo no indica de qué tipo de violencia se trata, es necesario analizarlo con perspectiva de género y en contexto. Es en este análisis donde podremos encontrar diversos patrones que responden a la violencia de género ya identificada en otros entornos, que nos permitirán encuadrar esa agresión en un tipo de violencia determinada.
Revictimización
La revictimización es el primer parámetro que podemos evaluar: es cuando se pone la mirada sobre la víctima, en vez de hablar de las acciones violentas. “Vos subiste la foto”, “En el video aparecía medio desnuda”, son solo algunos ejemplos que buscan minimizar la agresión, adjudicando responsabilidad a alguna acción de la víctima que pudo haber provocado, según esta lógica de abuso y revictimización, la violencia.
Las violencias suceden porque alguien las ejerce. Es fundamental que dejemos de poner el foco en las acciones de las víctimas y corramos la mirada hacia el sistema violento que ampara las violencias y a quienes las ejercen. Mientras no hablemos de pautas para no atacar, no abusar, no acosar, el foco seguirá sobre las víctimas y los paliativos o canales de denuncia a los que pueden recurrir.
Si ya aprendimos que a una mujer no se la viola porque tenía la pollera corta, ¿por qué sostenemos que se la puede acosar por subir una imagen a una red social?
Objeto más que sujeto
En la difusión de contenidos íntimos sin consentimiento vemos claramente cómo la víctima es identificada como un objeto más que como un sujeto. A la hora de indagar en esta práctica se observa que, por lo general, quienes difunden el material sienten que tienen la propiedad: algo así como “si me lo envías, es mío”. No hay reparo ni reconocimiento que en esos contenidos hay una identidad vulnerable. El contenido es de quien aparece en ese material, no de quien lo recibe.
Estereotipos de género
Los estereotipos de género tienen que ver con estos comportamientos que se espera cumpla una persona por su género. Se espera que las mujeres sean complacientes y se encarguen de las tareas domésticas y de cuidado, por ejemplo. El uso de filtros se vincula con los estereotipos respecto del cuerpo que se espera tenga una mujer. Dolores Ganuza, en su artículo “La violencia simbólica detrás de los filtros de Instagram”, sostiene que “Evidencia científica demuestra los efectos adversos de estas cybermáscaras sobre la imagen corporal, en su mayoría en adolescentes y adultes jóvenes: generan una insatisfacción generalizada del cuerpo, nosotres como usuaries interiorizamos los ideales de belleza y como consecuencia nos provocan desde dismorfia corporal, ansiedad hasta depresión, insomnio y un constante malestar con nosotres mismes”.
Un estudio* realizado en 2019 estudió los perfiles de mujeres más valorados de Instagram (celebridades del espectáculo ubicadas en Hollywood) y demostró cómo refuerzan la dualidad de la mujer para la familia y la mujer objeto hipersexualizada, los dos estereotipos más propagados sobre el rol femenino.
Brechas de acceso y uso
Las mujeres y personas del colectivo LGTBIQ+ sufren, históricamente, diferentes violencias que les impiden acceder de la misma forma a los espacios públicos. Internet no es la excepción. Del Censo 2022 se desprende que más del 89% de los hogares de Argentina tiene acceso a un celular con Internet. Es importante estudiar esta conexión desde una perspectiva de género. ¿A qué tipo de celulares acceden?, ¿qué conexiones a Internet tienen?, ¿qué representatividad encuentran en el espacio virtual?.
De acuerdo con el Plan Nacional de Igualdad en la Diversidad 2021 – 2023, la brecha de acceso es estrecha. Sin embargo, el mismo plan aclara que “la Encuesta Permanente de Hogares toma como base conglomerados urbanos solamente, dejando por fuera información referida a las áreas rurales” —no es menor porque en estas áreas la brecha se acrecenta— (p. 56).
Por otro lado, sostiene que cuando se analizan usos de la tecnología, la brecha de género digital reviste carácter problemático debido a la baja participación de mujeres y LGBTI+ en el sector de desarrollo de software y servicios informáticos. El “Diagnóstico sobre la situación de las mujeres en Ciencia y Tecnología”, presentado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (2021), indica que las mujeres y personas del colectivo LGBTI+ tienen muy baja representación en los puestos de mayor responsabilidad e incidencia en la toma de decisiones en el ámbito científico tecnológico. Las mujeres ocupan solo el 22% de los puestos directivos de los organismos de ciencia y tecnología.
Si en un espacio no hay personas o agrupaciones con la que me pueda identificar, es poco probable que quiera acceder a ese espacio. Es fundamental que todas las voces estén representadas.
La base del iceberg es la negación de estas violencias. #Activemos es una campaña integral contra la violencia de género digital. Las violencias no son todas iguales. Ninguna es mejor que otra, pero cuando todo es violencia nada es violencia. Llamar a las acciones por su nombre es el primer paso para no naturalizarlas y poder enunciarlas y denunciarlas. Cuando las violencias tienen nombre, podemos identificarlas, estudiarlas y, de esa manera, poner mucho esfuerzo en prevenirlas.
* “Redes sociales digitales y violencia simbólica: Instagram y la imagen de la mujer”, por Ejea Mendoza y Martínez Romero
Por Milagros Schroder, de Faro Digital.