Hagamos de la efeméride una misión.

El Día Internacional de Internet Segura es un buen momento para reflexionar sobre nuestro tránsito en los territorios digitales. Como todo espacio público, en Internet suceden cosas. Buenas, malas, más o menos. Identidades, Vínculos, formación, entretenimiento, riesgos, delitos, desafíos. Y mucho más.

La pandemia y su cuarentena han acelerado un proceso de penetración de las pantallas en nuestras vidas, que ya existía. Estamos mucho más expuestos, todos y todas, personas adultas, jóvenes, niñas y niños, desde hace dos años. Esa exposición es una oportunidad para desnaturalizar el uso de dispositivos y plataformas, para analizar nuestro vínculo con la información y todo lo que hacemos y dejamos de hacer, en una Internet que ha crecido en número de usuarios, se ha concentrado en pocas manos y ha colaborado indudablemente con la polarización del debate público.

Hoy proponemos una consigna (que no debe ser solo una consigna): una Internet más segura y cuidada es posible si somos cada vez más los y las que perseguimos ese objetivo.

La cadena de responsabilidades es larga y no implica de todos los actores el mismo compromiso ni nivel de responsabilidad. Pero sí nos incluye, necesariamente.

Las empresas dueñas de las plataformas deben hacer lo suyo, los Estados y bloques regionales también. Son los dueños de las tecnologías y los que cuentan con capacidad de regulación.

Sin embargo, nosotros y nosotras no podemos estar exentos. Por un lado, para cuidarnos y aprovechar todo el potencial que una tecnología como esta ofrece. A todo nivel. Por el otro, desde nuestro lugar de personas adultas, tenemos la ineludible responsabilidad de acompañar a niños, niñas y jóvenes, de potenciar capacidad crítica en las generaciones que se van incorporando al ecosistema digital, de fomentar valores como la solidaridad y el respeto. Así como estuvimos, estamos y estaremos cuando comienzan a dar sus primeros pasos en distintos espacios, también debemos cumplir ese rol en el territorio digital.

En este sentido, hay una propuesta que en Faro Digital transmitimos como un mantra. En casa, en el momento del día o la semana que nos reúna con los chicos y las chicas, hay una pregunta central para hacer: «¿Cómo te fue en internet hoy?»

La escucha empática, la conversación honesta, la transmisión de experiencias es siempre enriquecedora y nos acerca a un tema que hoy aparece como central para la mayoría de niños, niñas y adolescentes. Pero también para las personas adultas.

Ese intercambio no es unidireccional, puede nutrirnos a las personas adultas de un aprendizaje concreto a partir de darle valor a la experiencia ajena.

Lo que pasa en Internet es real, tiene consecuencias, nos define. Por eso es necesario asumir nuestra propia condición: pertenecemos a una ciudadanía digital que debemos promover y empoderar, tanto para nuestra propia identidad individual y colectiva, como para acompañar y ejercer el rol del cuidado.

No solo vale la pena: a esta altura de la mediación de las pantallas en nuestras vidas, es una obligación.